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¿Por qué, de repente, hay tantos líderes empresariales de éxito que instan a sus empresas y compañeros a cometer más errores y asumir más fracasos?
En mayo de 2017, justo después de convertirse en el director ejecutivo de Coca-Cola, James Quincey pidió a los mandos intermedios que superaran el temor al fracaso que había inundado la compañía desde el fiasco de la "New Coke" de hace tantos años. "Si no cometemos errores", insistió, "no nos estamos esforzando lo suficiente".
En junio, incluso mientras su empresa disfrutaba de un éxito sin precedentes en cuanto a número de suscriptores, al CEO de Netflix, Reed Hastings, le preocupaba que su increíblemente valioso servicio de streaming tuviera demasiados programas de éxito y apenas cancelara nuevas producciones. "Nuestro porcentaje de acierto es muy alto en este momento", dijo en una conferencia de tecnología. "Tenemos que correr más riesgos [...] para intentar cosas más atrevidas [...] deberíamos tener una tasa de cancelación general más alta".
Incluso el director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, posiblemente el empresario más exitoso del mundo, argumenta de la manera más directa posible que el crecimiento y la innovación de su empresa se basan en sus fracasos. "Si vas a hacer apuestas audaces, van a ser experimentos", explicó poco después de que Amazon comprara Whole Foods. "Y si son experimentos, no sabes de antemano si van a funcionar. Los experimentos son, por su propia naturaleza, propensos al fracaso. Pero unos pocos éxitos grandes compensan las decenas y decenas de cosas que no salen bien".
El mensaje de estos CEO es tan fácil de entender como difícil de poner en prácticapara la mayoría de nosotros. No puedo decirle cuántos líderes empresariales y organizaciones conozco que defienden las virtudes de la innovación y la creatividad. Sin embargo, muchos de estos mismos líderes y organizaciones viven con miedo al error y la decepción, razón por la tampoco logran muy poca creatividad e innovación. Si uno no está dispuesto a fracasar, no estará preparado para aprender. Y a menos que las personas y las organizaciones logren aprender a la misma velocidad que el mundo cambia, tampoco lograrán crecer y evolucionar.

Autorizados para pifiarla, meter la pata y fallar

Entonces, ¿cuál es la forma correcta de equivocarse? ¿Existen técnicas que permitan a las organizaciones y las personas apreciar las conexiones necesarias entre los pequeños fracasos y los grandes éxitos? La Universidad Smith, radicada en el oeste de Massachusetts (EE. UU.), ha creado un programa llamado "Fracasando Bien" para enseñar a sus alumnos lo que nos convendría aprender a todos. "Lo que estamos intentando enseñar es que el fracaso no es un fallo del aprendizaje, sino su función", explicó Rachel Simmons, que dirige la iniciativa, en un artículo del New York Times. De hecho, cuando los estudiantes se inscriben en su programa, reciben un Certificado de Fracaso que les declara "autorizados para pifiarla, meter la pata y fallar" en una relación, proyecto, prueba y cualquier otra iniciativa que parezca sumamente importante y, pese a ello, "seguir siendo un ser humano sumamente valioso y excelente". Los alumnos que están preparados para gestionar el fracaso y la frustración son menos frágiles y más audaces que los que aspiran a la perfección y un rendimiento impecable.
Esa es una lección que vale la pena aplicar a los negocios también. El CEO de Domino's Pizza desde 2010, Patrick Doyle, ha tenido una racha de siete años de las más exitosas de cualquier dirigente empresarial en cualquier campo. Pero todos los triunfos de su compañía, insiste, se basan en la voluntad de asumir y enfrentarse a la posibilidad de errores y decisiones equivocadas. Durante una presentación a otros CEO, Doyle describió dos grandes desafíos que se interponen en el camino de las empresas y las personas más honestas respecto al fracaso. El primer desafío, dice, es algo que él llama "el sesgo por omisión": la realidad de que la mayoría de las personas con una idea nueva decide no sacarla adelante porque si lo intenta y no funciona, el revés podría perjudicar su carrera. El segundo desafío consiste en superar lo que llama " la aversión a la pérdida": la tendencia de la gente a jugar para no perder lo que se tiene en lugar de jugar para ganar lo que no se tiene porque, explica, para la mayoría de nosotros "el dolor de la pérdida es el doble que el placer de ganar".
Crear "el permiso para fracasar es energizante", explica Doyle. También una condición necesaria para el éxito. Por eso tituló su presentación, con permiso de la película Apolo 13, "El fracaso  es una opción". Y esa puede ser la lección más importante de todos. Pregúnteselo si no a Reed Hastings, Jeff Bezos o al nuevo CEO de Coca-Cola: no hay aprendizaje sin fracaso, no hay éxitos sin contratiempos.