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miércoles, septiembre 20, 2017

¿Tiene sentido una economía hipercompetitiva y promonopolista? | Harvard Business Review en Español

¿Tiene sentido una economía hipercompetitiva y promonopolista? | Harvard Business Review en Español






¿Tiene sentido una economía hipercompetitiva y promonopolista?

Fotografía de una trampa para ratones
En las décadas de 1980 y 1990, Blockbuster modernizó el negocio del alquiler de películas. La compañía ofrecía muchos más títulos que sus rivales más pequeños, usaba ordenadores para administrar mejor el inventario y diseñó sus tiendas para que fueran luminosas y acogedoras para las familias. En 1993, apenas ocho años después de su fundación, Blockbuster era el líder mundial en alquiler de películas, con más de 3.400 tiendas en todo el mundo.
Entonces, llegó Netflix. Blockbuster se declaró en quiebra en 2010.
El economista de la Universidad de Chicago (EE.UU.) Luigi Zingales cita en un artículo reciente la historia de Blockbuster como un ejemplo de cómo debería funcionar la economía. Una empresa tiene una idea innovadora y que durante un tiempo le proporciona una ventaja competitiva. Más tarde, llega otra empresa con una nueva idea innovadora y la empuja al lado.
Sin embargo, Zingales teme que esto no suceda tan a menudo como debería. En su lugar, argumenta, la economía estadounidense puede estar sucumbiendo a lo que él llama "el ciclo Medici", llamado así por la poderosa familia de la Florencia medieval. El lema de la famlia, o al menos el lema que a menudo se le atribuye, era "dinero para obtener el poder y poder para proteger el dinero". Zingales teme que una versión del mismo describa con acierto la verdadera estrategia de, al menos, parte del mapa corporativo estadounidense.
El artículo de Zingales es el último de toda una racha de investigación, debates, y artículos sobre la concentración cada vez mayor del poder empresarial en Estados Unidos.
Los hechos básicos son los siguientes: la mayoría de las industrias en los Estados Unidos se han concentrado más, lo que significa que las empresas más grandes acaparan también una mayor proporción de los ingresos. Al mismo tiempo, los beneficios empresariales han alcanzado máximos históricos incluso a pesar de una inversión empresarial cada vez más exigua. Además, el número de nuevas empresas se ha reducido: el número de empresas emergentes en crecimiento aumenta, pero la mayor parte tienen problemas para escalar su actividad después. Las razones de estos cambios no están claras. Las teorías incluyen desde el surgimiento de las tecnologías de la información y sus efectos de red hasta una aplicación menos estricta de la legislación antimonopolio y el cabildeo y la regulación excesiva.
Muchas personas interpretan lo anterior como una prueba de que el sector privado se está volviendo menos competitivo. Las grandes empresas ganan mucho dinero, no invierten tanto y, aun así, logran deshacerse de alguna manera de sus nuevos competidores.
Pero esa versión parece no encajar con la opinión de las juntas de dirección. La creencia generalizada es que los negocios son, en todo caso, más competitivos de lo que solían ser. No obstante, existen algunos datos que respaldan esa opinión. Las empresas, por ejemplo, fracasan más rápido que antes, y hay pruebas sustanciales de que la brecha entre empresas triunfadoras y las perdedoras está en parte impulsada por la adopción de nueva tecnología. Y aunque el ritmo de la globalización puede haber bajado, no se ha frenado. Desde este punto de vista, las empresas bregan aparentemente en todas las industrias para defenderse de los competidores digitales; en los sectores con presencia y negocios internacionales, además, se efrentan a la competencia de ultramar.
Estas dos versiones de la historia no son necesariamente excluyentes. Como concluía en un artículo del año pasado sobre el debate entre demasiada o muy poca competencia:
Hay una síntesis pesimista entre el relato de la competencia y el de la concentración. Tal vez la brecha entre las empresas comienza como el resultado inevitable de la competencia. Las empresas se concentran en lo que son buenas, adoptan nuevas tecnologías y ofrecen productos y servicios de manera más eficiente. Tras alcanzar esa posición, consolidan entonces su estatus a través del cabildeo y la compra [de otras empresas]. "Una vez que las empresas llegan a ese punto, puede ser que realmente puedan elevar el puente levadizo", dijo [John] Van Reenen [de Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE.UU.)]. Puede que la competencia cree la desigualdad entre empresas, pero quizá sea la falta de competencia la que la preserva.
Eso es más o menos como Zingales describe su ciclo Medici, quien trata la competencia y la concentración como partes de la misma historia. Cuando hablé con Zingales, me dijo que él piensa que las diferentes industrias de Estados Unidos están en diferentes fases de este ciclo. Mientras las empresa del sector financiero pueden estar pasando de un período sin mucha competencia a un escenario de disrupción, las tecnológicas estarían pasando de un tiempo de gran innovación a otro de concentración empresarial y reducción del mercado.
Facebook puede ser un ejemplo. Como el colega de Zingales e investigador también de la Universidad de Chicago Steven Kaplan escribió en otro artículo, Facebook y sus pares gigantes tecnológicos "usaron las fuerzas del mercado en su beneficio, gracias a lo cual son ahora rentables y claramente disfrutan de bastante poder de mercado". Sin embargo, continúa Kaplan, "no lograron esa posición a través del capitalismo clientelar; lo lograron porque operan en sectores donde existen efectos de red ".
El ejemplo de Facebook es ilustrativo. Sugiere cómo pueden influir diferentes causas en el aumento de la concentración de mercado. Los efectos de red son una parte intrínseca del modelo de negocio de Facebook y claramente ayudan a la empresa a mantenerse a la vanguardia de los competidores. Sin embargo, Facebook ha invertido todo el dinero de esos efectos de red en defenderse de otros rivales comprándolos. Imagine cómo sería la competencia entre las diferentes redes sociales si a Facebook no se le hubiera permitido adquirir Instagram y WhatsApp. Aunque Facebook seguiría siendo con casi toda probabilidad el actor más grande del sector, también estaría batallando para mantenerse por delante de WhatsApp entre las herramientas de mensajería instantánea y contra Snapchat e Instagram como redes sociales. Según Zingales, el dominio actual de Facebook sobre el mercado no habría sido posible sin las decisiones antimonopolio contra Microsoft de la década de 1990, las cuales limitaron la capacidad de la compañía de trasladar su actividad a otras áreas de software.
Zingales me dijo que, aunque una mejor política antimonopolio no solucionaría por completo y por sí sola la falta de competencia, sería muy útil. Si los reguladores impidieran a los líderes del sector comprar a sus propios competidores, esto limitaría su poder de mercado y daría paso a más competencia. Además, otras investigaciones recientes sugieren que si bien muchas fusiones y adquisiciones empresariales pueden ser rentables para empresas concretas, no tienen por qué serlo para la innovación y la economía en general.
Política aparte, las investigaciones de Zingales y otros son un recordatorio del papel que las empresas deberían desempeñar en la sociedad. Se supone que el beneficio económico de las empresas es un incentivo para que creen productos de valor y nuevas innovaciones, no una recompensa por presionar a los reguladores o ser la primera empresa en escalar su actividad dentro de una industria particular. Tal y como escribe Zingales:
La mayoría de las empresas se dedican activamente a proteger su fuente de ventaja competitiva: a través de una mezcla de innovación, cabildeo o ambas cosas. Mientras la mayor parte del esfuerzo se dirija en el primer aspecto, hay poco de qué preocuparse. El temor a ser superado empuja a las empresas a innovar. Lo que es más problemático es cuando se pone mucho esfuerzo en hacer 'lobby'. En otras palabras, el problema aquí no es el poder de mercado temporal. La expectativa de un poder de mercado temporal basado en la innovación es el motor de gran parte de la innovación y el progreso.
Ese es el estándar adecuado que hay que exigir a las empresas. Mientras la ventaja competitiva sea temporal, hasta las compañías más grandes tienen que centrarse en atender y satisfacer a sus clientes para permanecer en la cima. Pero si los Blockbusters del mundo son capaces de cimentar su estatus y dejar de temer a los Netflix, los clientes, competidores y sociedad saldrán perdiendo.

miércoles, agosto 09, 2017

Por qué las empresas duran cada vez menos años | Harvard Business Review en español

Por qué las empresas duran cada vez menos años | Harvard Business Review en español





La terrorífica verdad sobre la muerte de las empresas

Es uno de estos datos que se citan continuamente en las conferencias: el 80 % de las empresas que existían antes de 1980 ya han desaparecido; otro 17 % probablemente no esté aquí dentro de cinco años. El profesor de la Universidad de Dartmouth (EEUU) Vijay Govindarajan había escuchado versiones de esto tan a menudo que finalmente empezó a usarlo él también. Ni sabía si era cierto ni, en caso de serlo, por qué lo era. Así que, junto a su compañero Anup Srivastava, decidió echar un riguroso vistazo a la esperanza de vida de las empresas.
Investigaciones anteriores habían abordado las tasas de supervivencia de las listas de empresas Fortune 500 y S&P 500, pero los profesores de la Universidad de Dartmouth echaron una red más amplia para incluir a las 29.688 empresas que habían participado en los mercados bursátiles estadounidenses entre 1960 y 2009. (Pensaron que las listas de Fortune 500 y S&P 500 sólo incluyen empresas muy grandes, las cuales podrían haber sido especialmente vulnerables frente a la disrupción). Dividieron las empresas en cohortes de diez años en función de cuándo salieran a bolsa. A partir de ahí, comprobaron cuántas empresas de cada grupo seguían existiendo tras cinco años.
El trabajo confirmó que la esperanza de vida de las empresas va a menos: aquellas que salieron a bolsa antes de 1970 tenían un 92 % de probabilidad de sobrevivir a su primer lustro, las que lo hicieron entre 2000 y 2009 tenían solo un 63 % de posibilidades. El dato se mantiene incluso después de relativizar el pinchazo de las "puntocom" y la Gran Recesión de 2008.
Unos investigadores de la consultora Boston Consulting Group habían realizado un análisis similar en 2015, pero Govindarajan asegura que sus resultados aportan nuevas claves. Aunque tanto un estudio como otro encontraron que la tasa de mortalidad empresarial está aumentando, los investigadores de la Universidad de Dartmouth identificaron el tipo de empresas que lo provoca. "La tendencia no se debe a una probabilidad creciente  de que una empresa lanzada antes de 1970 fracase; se debe principalmente a que las empresas lanzadas en los últimos tiempos mueren más rápido", explica Govindarajan. La nueva investigación también intenta responder a las preguntas más importantes que suscita: ¿Por qué están fracasando estos negocios, y cómo podrán impedirlo los mánagers?
Para ello, los investigadores estudiaron en profundidad los informes financieros y las cuentas de resultados de las empresas para analizar cómo varió a lo largo de las décadas el gasto de las compañías en activos físicos (plantas y equipos) y en capital intelectual (la plantilla, las patentes, las labores de I+D y la propiedad intelectual). Encontraron que de media, las empresas creadas después del año 2000 invirtieron más del doble (en términos porcentuales) que las empresas más veteranas en capital intelectual y como mucho la mitad que éstas en activos físicos.
"Las empresas más jóvenes están basadas en modelos de negocio novedosos, como los servicios digitales, que pueden lanzarse y distribuirse rápidamente", escribe en su investigación el equipo de Dartmouth. "Esto les proporciona una ventaja sobre las empresas manufactureras, [porque] las empresas de 'ideas' no requieren una costosa infraestructura de fábricas, almacenes y proveedores". Sin embargo, según el equipo, esa ventaja es también un arma de doble filo: "Las buena noticia es que las empresas más nuevas son más ágiles. Las mala es que sus días están contados, a no ser que innoven continuamente".
Esa visión pesimista se apoya en algo simple. En comparación con las empresas que cuentan con fábricas, productos y cadenas de suministro, las empresas digitales son mucho más vulnerables frente a las imitaciones rápidas. Govindarajan recita del tirón varios ejemplos. Hace relativamente poco tiempo, todo el mundo utilizó de repente Evernote, la app organizativa. Ahora OneNote de Microsoft, Notes de Apple, Keep de Google, Simplenote y otras aplicaciones ofrecen funciones similares. Skype, FaceTime, Viber, Jitsi y Hangouts luchan por las videollamadas. Luego está Dropbox, la empresa pionera para almacenamiento en la nube; una función que copiaron rápidamente Microsoft, Apple, Amazon y Google. "La destrucción creativa siempre ha sido una importante fuerza a combatir, pero en el mundo físico, los ciclos eran más largos", explica Govindarajan. "En los sectores basados en tecnología, los ciclos se han acelerado".
Algunas de las implicaciones de la transición desde activos físicos hacia modelos de negocio digitales son inesperadas e imprevisibles. Por ejemplo, Govindarajan señala la necesidad de reinventar las asignaturas de contabilidad en las escuelas de negocio, las cuales tienden a centrarse en el control de inventarios (¿se acuerda de LIFO y FIFO?), el coste de los bienes vendidos, la depreciación y otros conceptos que tenían sentido cuando los balances estaban repletos de activos físicos, pero son menos relevantes cuando los productos de muchas empresas son bits bytesdescargables. Govindarajan afirma que es tan sólo un ejemplo de cómo el currículo de las escuelas de negocio no refleja de forma adecuada el entorno económico actual.
El estudio también aborda la pregunta más importante que suscita su principal descubrimiento: ¿Cómo pueden las empresas más nuevas burlar la tendencia y aumentar su esperanza de vida? Los investigadores sugieren tres estrategias. La primera es que las empresas podrían incorporar tanto tecnología como productos físicos en sus modelos de negocio para ganar ventaja; sus rivales no podrían simplemente contratar unos programadores para crear rápidamente servicios de "yo-también". (Los ejemplos de híbridos digitales y físicos incluyen Tesla, que ha logrado un gran conocimiento sobre baterías y fabricación de vehículos; y Amazon, cuya gran red de almacenes la protege contra la competencia).
La segunda estrategia es que las empresas podrían aspirar a modelos de negocio que incluyan fuertes efectos de red. Por ejemplo, los 1.000 millones de usuarios de Facebook suponen una gran ventaja competitiva, porque la gente que podría querer dar el salto a otra plataforma rival tendría que reconectarse con amigos y recrear el contenido que ya había subido; supone un gran coste por cambiar.
La última estrategia es que las empresas se centren más en la innovación continua, una idea que Govindarajan ha ilustrado en lo que llama "el modelo de tres cajas" (que es el tema de un artículo de HBR de 2011 y un libro de 2016).
Los resultados también llevaron a Govindarajan a reflexionar sobre la crítica común de que los CEO tienden a pensar demasiado en el corto plazo. "La gente culpa a Wall Street de esta presión, pero en realidad Wall Street exige que se busque un equilibrio sano entre el corto plazo y el largo plazo", dice. "De otra manera, ya no estarás después del corto plazo".
Sobre la investigación tratada: "Strategy When Creative Destruction Accelerates" de Vijay Govindarajan y Anup Srivastava (documento de trabajo).
*Ilustración de Patrick George.